Reseña: Entre los discípulos de Deleuze, François Zourabichvili fue sin dudas el más audaz. En sus últimos años del 2003 al 2006 enfrentó dos problemas de una hondura sin par, despejados de la obra de su maestro, pero desplegados con originalidad: la literalidad y el acontecimiento. En simultáneo, repensó la relación entre arte y juego, desde sus orígenes hasta el presente, y el problema de la diferencia estética. Su inspiración la obtuvo de fuentes diversas, podría ser Nietzsche, Chateaubriand o el cine de Vertov, Barnet o el argentino Hugo Santiago. En filigrana, lo que se descubre es la profunda continuidad entre arte, juego, filosofía y vida.